La fase central de la fabricación a mano sigue siendo la misma que hace 750 años, cuando comenzó la historia del papel en Fabriano. El maestro papelero sumerge, con delicados movimientos de la mano, el molde en la cuba y extrae la misma cantidad de pasta cada vez, distribuyéndola uniformemente por toda la superficie de la tela. A continuación, en cuanto la hoja está formada, el Maestro pasa el molde al ponedor, quien, tras dejar escurrir el agua un momento, coloca el molde sobre un fieltro de lana, haciendo que la hoja se desprenda de la tela. Una hoja y un fieltro, uno sobre otro, forman una pila que se coloca bajo una prensa hidráulica, produciendo la primera deshidratación de las hojas de papel. Esta operación específica reduce aproximadamente el 50% del agua y permite separar las hojas del fieltro, que luego se cuelgan en grandes salas donde la circulación de aire y la temperatura ambiente completan el proceso de secado. Tras el secado, sigue la operación de encolaje: las hojas de papel se sumergen en una gelatina animal que garantiza su conservación.
Fabriano es una de las pocas ciudades del mundo donde todavía hoy el papel se sigue fabricando a mano, proporcionando el testimonio de la fuerza y el valor de una tradición centenaria.